#020 🏛️ Platón: las Ideas, nuestras multitudes y el amor imposible | Las grandes mentes de la filosofía (III)
Nuevos Q&A y once episodios sobre la historia del universo
Mientras que los cínicos vagaban por las calles de Atenas realizando comentarios mordaces, otro discípulo de Sócrates enseñaba y desarrollaba su sistema filosófico en la primera institución de educación superior del mundo occidental: la Academia. Platón fue un aristócrata ateniense que dedicó su vida a construir un complejo sistema de pensamiento. Tal ha sido su influencia que el filósofo y matemático Alfred North Whitehead llegó a decir que «toda la filosofía occidental no es más que una serie de notas a pie de página a Platón».
Antes de entrar en sus ideas, el primer aprendizaje de este pensador se esconde en su propio apodo. «Platón» significa literalmente de espaldas anchas. Se cree que fue un mote que Aristocles —ese es el verdadero nombre del filósofo más influyente de la historia— recibió de su profesor de gimnasia. No sólo propuso en sus diálogos la idea de que la educación del filósofo debía consistir en una mezcla entre gimnasia y pensamiento, sino que combinó disciplinas para el cuerpo y el alma en su propio aprendizaje.
Un mundo más allá de los sentidos: la alegoría de la caverna
En el libro VII de La República está el que quizás es el pasaje más conocido de toda la filosofía. Aunque no lo hayas leído, seguro que el nombre te suena: la alegoría de la caverna.
Imagina unos prisioneros encadenados desde la infancia en una caverna oscura, obligados a mirar únicamente una pared. Detrás de ellos hay un muro por encima del cual pasan personas sosteniendo estatuas y objetos, mientras un fuego proyecta las sombras de estos objetos en la pared. Para los prisioneros, estas sombras son la única realidad que conocen.
Un día, uno de ellos es liberado. Al principio se resiste: la luz del fuego le duele en los ojos y las estatuas le parecen menos reales que las sombras con las que está familiarizado. Después sale fuera de la caverna y, de nuevo, queda cegado. Cuando sus ojos se acostumbran a la luz, descubre un mundo totalmente desconocido: árboles, animales, las estrellas y, si mira hacia arriba, el Sol.
¿Qué nos enseña la alegoría de la caverna? Para empezar, la idea que tantas veces ha aparecido en kaizen de que «la realidad no existe» 🍅 o que, como mínimo, no es lo que parece. Lo que percibimos con nuestros sentidos no es la realidad auténtica, sino una copia imperfecta de ella. Platón cree que esa realidad son las Ideas: modelos perfectos, eternos e inmutables que existen en un plano superior del ser.
Mediante la analogía de la caverna, Platón muestra los cuatro niveles de conocimiento:
Las sombras representan la imaginación, meras impresiones engañosas.
Los objetos artificiales dentro de la caverna simbolizan nuestras creencias cotidianas.
Los seres vivos y objetos naturales fuera de la caverna reflejan el razonamiento matemático.
El sol representa la Idea del Bien, fuente suprema que ilumina el resto de Ideas, que forman la verdadera ciencia.
Para Platón, la educación es precisamente el proceso doloroso a la par que liberador de romper las cadenas y ascender desde el mundo sensible de las apariencias (la caverna) hacia el conocimiento verdadero accesible solo por el pensamiento (el exterior).
Esta alegoría refleja la sofisticación del pensamiento platónico para la época. Mientras que muchos filósofos anteriores buscaban un principio único para explicar el cosmos (como el agua, el aire o el fuego), Platón desarrolló un sistema complejo de múltiples niveles de realidad y conocimiento. Esta misma complejidad está presente en su teoría sobre el alma humana.
Contenemos multitudes
Dentro de nosotros hay varias fuerzas compitiendo entre sí. Platón identificó tres: el deseo, el coraje y la razón. Para explicar estas multitudes que contenemos, Platón recurrió a una analogía de un carro tirado por dos caballos, uno blanco y uno negro. El caballo blanco es noble; representa el coraje, la ambición, el honor y la voluntad. El caballo negro es rebelde y difícil de controlar; representa el deseo, el placer y el apetito desenfrenado. El conductor que guía a los caballos representa la razón.
Siguiendo esta analogía del carro tirado por dos caballos, Platón dividió el alma en tres:
Parte irracional o apetitiva, guiada por los deseos, que simboliza el caballo negro
Parte fogosa o irascible, guiada por el coraje, que simboliza el caballo blanco
Parte racional, guiada por el raciocinio, que simboliza el conductor del carro.
Para Platón, el alma está ordenada y la persona es justa cuando la parte racional gobierna, usando la parte irascible como aliada para controlar los apetitos. Este conflicto entre razón y emoción que el filósofo describió hace veinticuatro siglos resuena todavía en las metáforas actuales como el jinete y el elefante de Haidt o el pensamiento rápido y el pensamiento lento de Kahneman y Tversky.
El amor platónico no es lo que era
Platón explica por boca de Sócrates en El Banquete las enseñanzas acerca del amor de la sacerdotisa Diotima de Mantinea. El amor es un viaje ascendente parecido a la salida de la caverna. Piensa en cada número como un escalón.
Primero el deseo físico despierta en nosotros una atracción por un cuerpo bello en particular.
Pronto nos damos cuenta de que la belleza física no se limita a un individuo.
Después pasamos a apreciar la belleza del carácter y las virtudes, descubriendo una belleza interior superior y más duradera que la física.
Luego apreciamos también la belleza en la sociedad y cultura.
Llega un punto en el que el amor nos dirige hacia la verdad y nos sentimos atraídos por la belleza del conocimiento y la sabiduría.
Por último, el amor nos lleva a contemplar la Idea de Belleza, eterna e inmutable, que nos acerca al resto de Ideas y, con ello, a la verdad1.
En la actualidad, el amor platónico se suele explicar como un amor imposible, como las inalcanzables Ideas; un amor que no tiene nada que ver con la atracción sexual cuando, paradójicamente, para Platón el deseo físico es el primer impulso erótico que nos permite ascender en la escalera del amor.
Pasa con el amor platónico y pasa con la mayoría de Ideas, que evolucionan y cambian, aunque para Platón fueran eternas e inmutables. Lo fascinante de este filósofo es el mensaje tras su sistema filosófico. Tanto en la analogía de la caverna como en la del carro y en la escalera del amor encontramos el mismo patrón: un ascenso desde lo sensible hacia lo inteligible, desde la apariencia hacia la esencia, desde lo superficial hasta lo profundo.
Veinticuatro siglos después, seguimos construyendo sobre los diálogos platónicos. Muchos de nuestros actuales debates —desde la inteligencia artificial hasta nuestra compleja psicología— siguen siendo notas a pie de página de las brillantes intuiciones de un filósofo de espaldas anchas.
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