#017 🤩 Especial felicidad: experimentar, recordar, luchar contra la adaptación y otras prácticas para buscar la felicidad
Próximo encuentro online de la comunidad, Harari sobre la IA, hacks para Twitter y otras 8 razones por las que la liamos parda
Tras la buena acogida que tuvo el especial sobre persuasión, vamos a traer a la newsletter otras series del podcast. En la edición de hoy, buscamos la felicidad.
Una búsqueda de experiencias y recuerdos
¿Qué es la felicidad? La dificultad para definirla nos adelanta lo difícil que es encontrarla. El padre de la economía conductual Daniel Kahneman diferencia entre el yo que experimenta y el yo que recuerda. Bajo este prisma, la felicidad tiene dos componentes: el bienestar emocional y la satisfacción con la vida. El bienestar emocional está relacionado con experimentar emociones positivas, con cómo estamos ahora; es instantáneo y cambiante. La satisfacción en la vida está relacionada con evaluar nuestra vida a través de nuestros recuerdos; es duradero y estático.
El principal problema a la hora de perseguir la felicidad es que las actividades que nos proporcionan mejores experiencias en el presente no crean los mejores recuerdos. Tener una buena historia que contar sobre nuestra vida no siempre va de la mano de emociones agradables.
La felicidad, como dice la experta Sonja Lyubomirsky, es ser feliz en tu vida y con tu vida. No son felices quienes viven una vida de emociones positivas sin construir nada satisfactorio a largo plazo, ni quienes sacrifican todo su presente por construir algo perdurable. La felicidad está en ese equilibrio entre disfrutar del corto plazo y construir algo satisfactorio a largo plazo.
La felicidad no es un destino que alcanzar y en el que quedarse a vivir para siempre. La felicidad es una búsqueda constante. Al alcanzarla, se diluye y hay que volver a encontrarla, una y otra vez.
¿Por qué se nos da tan mal ser felices?
Al conflicto entre recuerdos y experiencias hay que añadir lo malos que somos prediciendo qué nos hará felices y cuánto tiempo durará esa felicidad.
Perseguimos cosas como las posesiones materiales, el dinero, la belleza o, incluso, el amor, creyendo que nos harán felices. Y lo cierto es que estas cosas no siempre mejoran nuestra felicidad. La mayoría de estudios apuntan a que, a partir de cierto punto, conseguir posesiones materiales, dinero, belleza o amor no produce aumentos sostenidos en la felicidad.
La felicidad es pasajera en gran parte porque estamos hechos para sobrevivir, para adaptarnos constantemente a las situaciones que experimentamos. Uno de esos mecanismos de ajuste que tiene que ver con la felicidad es la adaptación hedónica. Como explica el científico Robert Sapolsky: «Lo que ayer fue un placer inesperado, hoy lo sentimos como un derecho y mañana no será suficiente».
Juzgamos lo felices que somos comparando nuestro estado actual con puntos de referencia. Por eso en los juegos olímpicos los ganadores del bronce terminan más felices que los de la plata; porque mientras que el segundo siente haber perdido la gloria del oro, el tercero siente haber salvado una medalla.
Las redes sociales son armas de distorsión masiva. Nos exponen a infinidad de puntos de referencia que son versiones idealizadas, retocadas, tergiversadas y desproporcionadas. En ese espejo trucado siempre encontraremos pegas que ponernos a nosotros mismos y motivos de infelicidad.
Hay una incómoda realidad; más de la mitad de lo felices que somos (∼60%) está fuera de nuestro control. Tenemos niveles basales de felicidad que dependen de la genética y de la suerte. Pero en el otro 40% sí podemos influir. Por eso, dedicaremos la segunda parte de esta edición a algunas prácticas para encontrarnos con la felicidad. Empezando por hacerle frente a la adaptación.
6 técnicas para luchar contra la adaptación
Invierte en experiencias en lugar de en posesiones materiales. Los recuerdos de las experiencias nos regalan momentos de felicidad incluso años después. Además, la anticipación de una experiencia –como planificar un viaje– nos hace más felices que poseer un objeto nuevo. Por si fuera poco, las experiencias son únicas y resisten mucho mejor la adaptación hedónica y la comparación que los bienes materiales. (estudio, estudio, estudio)
Saborea los buenos momentos. La felicidad se potencia cuando prestas atención consciente a los pequeños placeres cotidianos como beber una taza de café por las mañanas, leer un libro, dar un beso a una persona que quieres o ver un capítulo de tu serie favorita. Lo mismo ocurre con los hitos y objetivos que vas cumpliendo. Antes de seguir corriendo en la rueda, párate un segundo y aprecia lo que ya has conseguido. (estudio)
Piensa que podría haber sido peor. Los estoicos tenían una práctica que llamaban visualización negativa (premeditatio malorum) en la que se imaginaban lo peor que podía pasar. Imagina que no hubieras conocido a una de las personas que más te importan. Al darte cuenta de que podría no haber ocurrido, te sentirás afortunado y valorarás mucho más la vida que ahora tienes. (estudio)
Piensa que tiene un final. La infancia de tu hija se acabará. Tu capacidad física no siempre te permitirá jugar un partido de fútbol. Ser consciente de que todo tiene un final te ayuda a disfrutarlo todavía más. Los científicos llaman a este fenómeno escasez temporal. (estudio)
Sé agradecido. Algo tan sencillo como dedicar unos minutos a pensar en algo de tu día por lo que estés agradecido te saca del piloto automático y te hace consciente de todo lo bueno que ya tienes, y que sueles dar por sentado (estudio). En pareja, un estudio demostró cómo en momentos de tensión, expresar aprecio hacia la otra persona contrarresta el desgaste emocional. (estudio)
Cambia el punto de referencia. Algo tan contraintuitivo como la interrupción de un anuncio al ver un programa puede mejorar la experiencia porque reseta nuestro punto de referencia (estudio). En el tercer episodio de la serie explicamos algunas técnicas para cambiar el punto de referencia. Rescatando tres ideas concretas:
Piensa en tu situación pasada: muchas de las cosas que tienes ahora eran objetivos pasados que has cumplido.
Utiliza la técnica STOP: cuando te pilles haciendo comparaciones en redes sociales, dí en voz alta «STOP» para salir del bucle.
Dosifica lo que te gusta para no adaptarte y seguir disfrutándolo. Con lo que no te gusta, al revés: intenta hacer la declaración del tirón para aprovechar la adaptación :)
4 ideas finales para buscar la felicidad
Trabaja alineado con tus fortalezas características. Tendemos a buscar un trabajo con un salario cada vez mayor, cosa que a partir de cierto punto deja de hacernos felices. El pionero en psicología positiva Martin Selligman acuñó el término fortalezas características para agrupar 24 habilidades/virtudes que nos hacen sentir realizados cuando las ponemos en práctica.
Identificar tus fortalezas características y ponerlas en práctica es como mejor vas a rendir, mejor vas a ser percibido por los demás y más realizado te vas a sentir.
Entra en flow. Este término acuñado por el psicólogo de apellido impronunciable Mihaly Csikszentmihalyi hace referencia a esos momentos en los que estamos profundamente inmersos en lo que hacemos, nos sentimos con energía, concentrados y disfrutando hasta el punto de que perdemos la noción del tiempo. El flow suele darse en situaciones en las que estamos haciendo algo retador pero alcanzable. En palabras del propio Mihaly:
«Los mejores momentos ocurren cuando empujamos nuestro cuerpo y nuestra mente al límite en un esfuerzo voluntario para lograr algo difícil y que merece la pena».

Haz actos genuinos por los demás. Si aumentas las acciones bondadosas que haces, cada vez te sientes más feliz. Hay estudios que demuestran que gastar dinero en otros nos hace muchas veces más felices que gastarlo en nosotros mismos. Las causas son muchas y muy diferentes, pero como contaba Jaime en el podcast, la autenticidad es un aspecto esencial de todo el engranaje: nos sentimos más felices cuando dedicamos tiempo y energía a ayudar, por muy difícil que sea, que cuando nos limitamos a hacer lo correcto.
Cultiva conexiones sociales. Aunque no hacía un estudio científico para saberlo, el Study of Adult Development de Harvard reveló que las personas más y mejor conectadas con su familia, sus amigos y en la comunidad en la que vivían tuvieron vidas más felices, largas y sanas. Estudios como los de Nick Epley parecen apuntar a que se trata de una relación causal y no a una mera correlación: quienes más disfrutaron de un trayecto en tren fueron precisamente quienes establecieron conexiones sociales y quienes menos los que fueron en silencio a su bola. Somos felices cuando sentimos que formamos parte de algo más grande que nosotros mismos.
La felicidad no es una meta que se alcanza, es un estado de baile entre experiencias y recuerdos, un equilibrio entre logros y agradecimientos. Nuestra cabeza no nos lo pone fácil: nos adaptamos y comparamos constantemente con los puntos de referencia que nos rodean. No todo está bajo nuestro control pero podemos luchar contra la adaptación, alinear nuestro trabajo con nuestras fortalezas específicas, buscar el flow, hacer actos genuinos por los demás y cultivar conexiones sociales.
Nadie dijo que fuera fácil.
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Qué bueno, como siempre.
La felicidad no es un destino, es algo que construimos día a día.
Bellísimo artículo, enhorabuena 🖤