Es un equilibrio muy frágil: por un lado, el miedo a ser señalados nos lleva a callar. Y por otro, el silencio refuerza discursos extremos que tampoco representan a la mayoría. El problema es que acabamos confundiendo lo que se dice con lo que se piensa.
Es un equilibrio muy frágil: por un lado, el miedo a ser señalados nos lleva a callar. Y por otro, el silencio refuerza discursos extremos que tampoco representan a la mayoría. El problema es que acabamos confundiendo lo que se dice con lo que se piensa.
Es un mundo fascinante el de las dinámicas sociales con fuerzas tirando en direcciones opuestas.
Sí, a ver dónde nos acaba llevando todo esto.