#004 📈 La información desde las lentes de un economista
Almudena Martín Castro, sesgo de supervivencia y la nueva generación de curadores online
La información crece cada vez más deprisa. Una de las causas principales es la caída de las barreras para crearla y distribuirla. Antes de la imprenta, la escritura estaba reservada a unos pocos eruditos adinerados. En el siglo XXI, con Internet y otras nuevas tecnologías, cualquiera con un teléfono móvil puede lanzar sus mensajes al mundo.
La producción de información se ha democratizado pero nuestros mecanismos biológicos para procesarla se mantienen intactos. El multidisciplinar biólogo Edward Osborne Wilson articuló, en esta entrevista, una frase que expresa de maravilla esta divergencia entre genes y entorno:
«El verdadero problema de la humanidad es el siguiente: tenemos emociones paleolíticas, instituciones medievales y tecnología de dioses».
Los humanos ya no somos los únicos que producimos información. La reciente invención de los LLMs (Large Language Models) como Chat GPT, Perplexity o Claude aumenta aún más un caudal de información que hace tiempo que superó nuestra velocidad para procesarla. Mientras que la información sigue creciendo a un ritmo vertiginoso con la aparición de estos modelos de inteligencia artificial generativa, nuestros gobiernos, nuestras empresas y nuestras sociedades mantienen estructuras muy similares a las de hace 50 o 100 años. Y nuestro hardware sigue con la versión de las cavernas.
La economía de la información atención
La economía trata de explicar cómo asignar recursos escasos a unas alternativas que, si no infinitas, son inalcanzables con los medios limitados de los que disponemos. Un modelo mental clave para entender cómo piensa un economista es el coste de oportunidad. La idea se resume en la frase: «There is no such thing as a free lunch», que viene a decir que nada es gratis. El coste de cualquier cosa es, como mínimo, el de su mejor alternativa.
En la recomendación de la primera edición de esta newsletter contábamos cómo el economista Herbert Simon propuso cambiar nuestra visión y relación de la información con el concepto «economía de la atención». Simon se aproximó al entorno rico en información de su tiempo con sus lentes de economista. El recurso limitado a gestionar ya no era la información. Ahora lo escaso es aquello que la información demanda, y lo que la información demanda es la atención: nuestra capacidad de filtrar los estímulos del entorno y regular los procesos cognitivos como el aprendizaje o el razonamiento.

Hace tiempo que la atención es el cuello de botella de nuestra relación con la información. Pensar en una economía de la atención implica que es nuestra limitada atención, y no la búsqueda obsesiva de más información, lo que debe guiar nuestra relación con el vasto océano informativo en el que nadamos. Una idea similar se encuentra en el cuento La Biblioteca de Babel, del argentino Jorge Luis Borges.
Borges describe un lugar que contiene todos los libros posibles a partir de las limitadas letras del abecedario. Así describe el escritor argentino el momento en el que descubrieron las infinitas posibilidades de la Biblioteca: «Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto. No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono». Una alegría que duró lo poco que tardaron en darse cuenta de que lo escaso no es la información sino la atención. Escribe Borges: «A la desaforada esperanza, sucedió, como es natural, una depresión excesiva. La certidumbre de que en algún hexágono encerraba libros preciosos y de que esos libros preciosos eran inaccesibles, pareció casi intolerable».
Incentivos desalineados
Encontrar la información que más nos beneficia no es tarea fácil. Muchos negocios viven de capturar nuestra atención, no de mostrarnos la información que más nos acerca a nuestros objetivos. El ejemplo más claro de este tipo de negocios son las plataformas «gratuitas» como las redes sociales (Twitter o Instagram), los buscadores (Google o Bing) o las aplicaciones de vídeo (Youtube o Twitch) a cuyos algoritmos ya les hemos declarado la guerra. «Gratuitas», entre comillas, porque nada es gratis. Pagamos con nuestra atención.
Los ingresos de estos negocios están estrechamente relacionados con la atención que dedicamos a sus plataformas. Más tiempo allí dentro equivale a más anuncios y mayores ingresos publicitarios. Su principal objetivo no es alimentar tu curiosidad, ni tu hambre de conocimiento, ni siquiera persiguen un criterio de veracidad de la información. Todos esas metas están supeditadas a una mayor: optimizar el tiempo que pasamos dentro de la plataforma, maximizando con ello los ingresos de la empresa.
Al pasar demasiado tiempo y poner demasiada atención en estas plataformas, pagamos las consecuencias. Personas como el periodista Johann Hari con su libro El valor de la atención: cómo nos la robaron y cómo recuperarla nos alertan de los efectos negativos de prestar demasiada atención a la inabarcable información de las plataformas. El cansancio físico y mental, la dificultad para entrar en estados de flujo, la caída de la lectura sostenida, el aumento del estrés o el incremento de patologías como el TDAH son solo algunas de las nefastas consecuencias que suelen asociarse ellas. Si el tema te interesa, podemos dedicar futuras ediciones a cómo prevenirlas y/o enfrentarlas.
Por el momento, nos quedamos con que, en nuestra era, el recurso escaso es la atención y no la información. Esta idea, junto a los desalineados incentivos entre plataformas y usuarios, implican un cambio radical en cómo navegar Internet y relacionarnos con la información.
Esperamos que la atención que has dedicado a estas ideas haya merecido la pena.
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🎙️ Episodio de la semana: #213 Almudena Martín Castro: Pitágoras, Beethoven, la NASA… la especialización y los insectos
Una entrevista muy kaizen con Almudena Martín Castro, que nos lleva de la mano de la física y las bellas artes a: 🚀 la NASA, 🔍 un misterio musical, 🕊️ el (no tan) libre albedrío ➕ y mucho más.
Como siempre, en varios sabores:
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🖼️ Recomendación de la semana: La nueva generación de curadores online
En este artículo del New Yorker, el columnista Kyle Chayka escribe sobre el auge de una nueva figura: los curadores de contenido. En un entorno con cada vez más información, los curadores aparecen como alternativa a los algoritmos y a los medios tradicionales.
«Tal vez la mejor manera de pensar en estas guías sea como curadores; como un curador de museo que reúne obras para una exposición, organiza la avalancha de contenidos en línea en algo coherente y comprensible, restaurando el contexto que falta y construyendo narrativas».
«Los curadores ralentizan el interminable scroll y ofrecen a sus seguidores una forma de saborear la cultura, en lugar de limitarse a inhalarla, desarrollando un sentido del aprecio».
Cada vez leo más sobre la economía de la atención y me parece muy pertinente. Creo que viene a rellenar un hueco fundamental para entender cómo fluye la información. Aquellos agentes con información privilegiada salen ganando en el mercado. Sin embargo, en nuestros días, el acceso a la información es relativamente sencillo, despojándolo del poder que tenía antaño. Ahora ese poder reside en la atención, bien escaso y preciado por su alta demanda. Ganar la atención de los individuos favorecerá inevitablemente tu negocio, con el rédito económico correspondiente.
Sin embargo, en mi opinión echo en falta una reflexión añadida cuando hablamos sobre economía de la atención. Como decía Hayek, el poder que las empresas pueden ejercer sobre ti, aunque grande, siempre es limitado. En cambio, el poder que puede ejercer el Estado puede ser asfixiante. La batalla de la atención ya tiene sus efectos en el terreno político. Sin ir tan lejos, parte de la victoria de Trump se le atribuye a su estrategia en redes sociales. No hay terreno más disputado que en las redes sociales con lo que a la atención se refiere. Si asumimos que la mayoría de los votantes tienen pocos incentivos para informarse por el valor de su voto, quien consiga ganar esa pequeña parcela de votantes "informados" puede tener la clave para ganar. Quien capte la atención de estos tendrá muchas papeletas para salir elegidos.
La batalla por la atención plantea interesantes interrogantes para las teorías de la elección pública. Gracias por abrir el melón.